¿Qué puedo hacer para no gritar a mi hijo/a?

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¿Piensas que no es bueno gritar a tus hijos pero te ves una y otra vez recurriendo al grito?

La propia confusión como padres sobre lo que es prioritario y la falta de comprensión de la realidad que se presenta ante nuestros ojos, te puede hacer sentir impotente y a menudo esto se traduce en una explosión de ira. Gritas a tus hijos y a veces les dices cosas que minan su confianza en ti.

A pesar de tener el propósito de no gritar a tus hijos, hay momentos en dónde te resulta imposible y explotas. A veces tus hijos hacen caso cuando reaccionas así, pero otras veces,  según su edad, pueden sentirse ofendidos, se ponen a la defensiva y también gritan o atemorizados y lloran.

Cuando acabas gritando el problema, sin duda, ha estado en ti. Has reaccionado a tu estrés, a tu fatiga, a tu impaciencia y a tu frustración.

Gritar puede relajar temporalmente esa tensión acumulada, pero seguro que va a aumentar la tensión en la relación con tu hijo/a.

Puedes darte cuenta que gritarles a la larga lo único que consigue es reforzar su mal comportamiento. Las cosas pueden ir a peor, a pesar de que puedas conseguir alguna ventaja inmediata.

Cuando además, te culpabilizas por esto, al final acabas estando más irritado/a, lo que hace más probable que vuelvas a gritar y tratar a tu hijo/a de una manera forzada y poco amable en algún momento.

Cuando tras estas explosiones pides perdón, puedes sentir cierto miedo a que llegue un momento en que no te tomen en serio y dejen de creerte.

También tras gritar, puedes verte inmerso en una red de pensamientos como: “soy una mala madre. He vuelto a gritar, a pesar de que los niños estaban asustados, he continuado”. “Yo soy adulto y debería saber controlar mi temperamento”…

Puedes elegir parar esta red de pensamientos, viéndolos como son: tan solo pensamientos.

“Vale, he gritado a los niños otra vez. Ya ha pasado. ¿Qué necesito? ¿Qué necesitan mis hijos? ¿Puedo hacer algo diferente?

Cuando paras, puedes ganar algo de claridad en tu visión. Puedes elegir entre seguir machacándote o ser amable contigo mismo/a.

Suena sencillo, y lo es. Sin embargo, sientes que no es fácil porque tu cerebro no está preparado, ni entrenado para sostener la atención,  parar y ser consciente de tus patrones de respuesta.

El trabajo de la atención aporta una actitud y una forma de abordar las crisis en la que, como padre/madre, trabajas activamente para recuperar y mantener tu estado de calma, de forma que puedes llegar a una visión más clara de la situación. También vas aprendiendo una forma diferente de afrontar tu frustración, tu aburrimiento y tu irritación.

Más allá del resultado y resolución de la crisis, tus hijos van a captar la manera en la que las abordas, en esa calma que te permite estar por encima de la circunstancia y recarga tu paciencia.

A veces puedes perder los nervios en un momento y estallar. En lugar de alimentar este patrón con una culpabilidad que te acaba desautorizando, tómalo como una señal de alarma que te advierte que necesitas un espacio de calma y comprensión para recuperar tu centro antes de proseguir o tomar alguna decisión.

Quizás sentirte parte responsable de la situación te lleve al desánimo. En ese momento necesitas dedicarte una mirada compasiva. No es en absoluto sencillo mantener una respuesta consciente.

Si has recuperado la calma y te has comprendido, estarás en disposición de señalar y reconocer tu error. Compartiendo la comprensión de que quizá tus hijos se hayan sentido dañados con tu comportamiento, y por lo tanto te interesarás por sus sentimientos.

La prioridad siempre, es restablecer el vínculo de confianza y reestructurar la situación para que deje de ser amenazante. Y muy importante, si quieres que tu hijo/a se dé cuenta de alguna pauta de comportamiento, será más fácil si te deshaces de juicios. Si tu hijo/a se siente juzgado/a, recurrirá a la autodefensa. Defenderá entonces sus patrones, aunque sean dañinos para él/ella o los que le rodean. Cuando juzgas, acabas reforzando una identificación.

Mirar la crisis con distancia afectiva puede revelarte algunas claves acerca de sus causas. Una mirada de compasión y aceptación sobre ti mismo/a puede lograr también que aproveches la experiencia, extrayendo conclusiones y aprendiendo de tus errores.

“No hay ningún camino para ser un buen padre, sino un millón de formas de serlo”

“No te impliques tanto con criar un buen hijo como para olvidarte de que ya tienes uno”